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Dom Pedro I sitiado: contrausos para la primera escultura pública de Brasil*

Atualizado: 14 de set. de 2020

Texto de Pollyana Quintella traduzido ao espanhol por Herbert de Paz



"Devolta", Diambe da Silva, 2020




El dia 22 de enero de este año, alrededor de las diez de la noche, un grupo de veinte personas llegaba a la Plaza Tirantes, en el centro de Rio de Janeiro, llevando ropas, barriles de gasolina y palitos de fósforos* Era el día de Devolta (trad.: Devuelta), una propuesta artística de Diambe da Silva, que buscó intervenir en el territorio donde hoy está la estatua ecuestre de Dom Pedro I* -- la primera escultura publica de Brasil.

Se trata de una estatua proyectada por João Maximiano y ejecutada en 1862 por Louis Rochet, vencedores entre los 35 inscritos en el concurso promovido por la Cámara Municipal para realizar el monumento. La escultura fue una de las responsables por instituir los parámetros estéticos que estuvieron vigentes en aquel Brasil del final del siglo XIX. Civismo, materiales nobles, lógica monumental y culto a los personajes de la historia oficial se encuentran presentes hasta hoy en 2020, en el centro de la plaza publica.

El grupo de artistas rodeó el monumento en aquella noche de enero, con piezas de ropa que rompieron, y cuidadosamente empaparon de gasolina e incendiaron. La acción sucedió al sonido de “Resplandescente”, de la multi-artista Ventura Profana, mientras que algunos de los integrantes hacían fotos y videos. Laminas lascivas, nossa brasa é fogo ardente (trad.: Navajas lascivias, nuestras brasa es fuego ardiente), entonaba la canción de la cantante negra, travesti y de la región noroeste del país. La acción no duró más de 30 minutos. Cuando la policía llegó, el grupo ya se había dispersado como el humo y no hubo enfrentamiento.


"Devolta", Diambe da Silva, 2020


El grupo llegó a establecer una serie de estrategias previas para concretizar la acción: mapeó los cuarteles cercanos, así como el horario de circulación de los vehículos policiales, planeó rutas de fuga posibles y fue acompañado de dos abogados. En la guerra cultural que atraviesa el presente, intervenir en imágenes también es recrearlas, algo que exige responsabilidad y, como dice Bruno Latour, los devotos no son idiotas, mucho menos ingenuos.

Pero antes, regresemos al emperador. Es el día 30 de marzo de 1862, y la escultura es inaugurada en la plaza con una gran fiesta cívica, con derecho a desfile triunfal reuniendo jueces, delegados, policías, procuradores, ministros, diputados, obispos y otros personajes que representan el poder oficial. Al rededor de la plaza, los dueños de sobrados alquilaban sus balcones para que el publico más abastado pudiese aprovechar mejor el espectáculo. Un día de Historia con H mayúscula. Muchas personas iban hasta la plaza para ver el monumento en construcción, inclusive antes de la gran fiesta. Paulo Knauss, historiador dedicado al tema, afirma que uno de los motivos de atracción eran las linternas gigantes que servían para iluminar la estatua y la plaza: las llamas contrastaron con la noche y llamaban la atención de los pasantes.**

Una cosa parecida sucedió en la acción de Diambe, pero esta vez como un elogio al revés. Al contrario de la domesticación del fuego conquistado por la linterna, las llamas de 2020 sitiaron a Dom Pedro elocuente, ahora intimado por un grupo de mayoría negra y no blanca. No era sobre destruir el monumento, y sí sobre intoxicarlo con el humo negro, regañarlo, sumarle un nuevo episodio histórico. Dom Pedro fue brevemente secuestrado, aunque protegido por la policía. La plaza está en disputa.

Sabiendo que no es posible vivir en un mundo libre de imágenes, el gesto reanimó la escultura adormecida, la puso en movimiento Recordamos que el icono está allí, de repente, lo que nos desencadena alguna extrañeza En ese proceso, Diambe crea una imagen para el monumento, la vuelve ambigua. E aún más ambigua, porque, al verla rodeada de fuego, sus adoradores de identifican aún más con ella, invirtiendo en modos de protegerla y replicarla.

Es algo que nos hace recordar otras estrategias de acción en el espacio publico, como la intervención Ensacamento (trad. Embolsamiento), realizada en 1979 por el colectivo 3Nós3 de São Paulo. En la madrugada de 27 de abril de aquel año, el grupo puso bolsas plásticas en las cabezas de 68 estatuas publicas, incluyendo el icónico Monumento a las Banderas, de Victor Brecheret.

La acción hacía una clara alusión a la práctica de tortura utilizada durante los interrogatorios promovidos por el régimen militar. Las bolsas de basura asfixiaron imágenes, alterando momentáneamente el paisaje urbano y haciendo tenue la línea que separa el performance de la vida colectiva. Pienso en los días siguientes a la acción, las bolsas poco a poco siendo retiradas de aquellas cabezas: ¿quién las salvó? ¿Y por qué?

Al pasar por la Plaza Tiradentes en Río de Janeiro de hoy en día, es posible ver la estatua proclamando la Independencia de Brasil con el Manifiesto a Las Naciones en las manos, considerando nuestra primera constitución. Junto a ella, diversas fechas relacionadas a la vida del emperador están marcadas: nacimiento, casamiento con Dona Leopoldina, Día do “Fico”*, día en que se volvió Defensor Perpetuo de Brasil, día de su aclamación como Emperador, día de su Coronación, día de la ratificación de la primera Constitución Brasileña y día del casamiento con Dona Amelia. Además de eso, en el pedestal, hay imágenes de indígenas y animales como alegorías de los principales ríos nacionales - Amazonas, Madeira, Paraná e São Francisco - además de los blasones de las provincias imperiales. Por fin, un mensaje inscrito en bronce deja el recado: “D. Pedro I, gratitud de los brasileños”

La frase nos ayuda a entender las motivaciones al rededor de la creación de esa histórica escultura: su longevidad debe recordarnos que somos gratos al emperador por sus contribuciones a la nación, mientras que los otros personajes que componen el monumento, como los indígenas, figuran como alegorías, son apenas símbolos de otras cosas, instrumentos.

En el siglo XIX, el indígena es la alegoría de las Américas y, más específicamente en Brasil, su figura es utilizada para representar al Imperio, símbolo de construcción nacional. Es un elogio de la pureza del buen salvaje rousseauniano, que no es corrompido por la sociedad y es dotado de una inteligencia inculta y salvaje. Evidentemente, se trata de un indígena inventado, una ficción sobre todo por la literatura y por las artes plásticas, destituido de narrativa propia. Además, el instrumento trataba por atribuir a Dom Pedro la conquista de la independencia, ignorando todo los otros personajes involucrados en esa negociación.

Las ambigüedades al rededor de este episodio parecen intensificarse aún más a partir de los acontecimientos de las últimas semanas. Después del asesinato del norteamericano George Floyd el día 25 de mayo, una serie de monumentos racistas fueron derribados en varios países, como la estatua del comerciante de hombres esclavizados Edward Colston, en Bristol, en el Reino Unido; la estatua de Jefferson Davis, también defensor de la esclavitud, en el estado de Virginia, en los Estados Unidos; y el busto del rey Leopoldo II, el monarca que colonizó el Congo, en Bélgica.

La discusión sobre nuevos destinos para esas imágenes presenta caminos nada consensuales: dislocarlas para museos, donde podrán ser recontextualizadas y debatidas críticamente; acompañarlas de texto explicativo que pondere sobre lo que representan; transformarlas a partir de apropiaciones y reconfiguraciones contemporáneas, con la colaboración de artistas y otros agentes, o hasta destruirlas.

Hubo quien se impactó con el supuesto irrespeto a los iconos históricos, como como si la historia no fuese materia re-escrita diariamente. Además, a cada estatua derribada, actualizamos la constatación de que el pasado está vivo en el modo como construimos nuestras memorias colectivas.

Pero aun qué se discuta sobre la violencia del proceso colonizador en Brasil, todos esos monumentos siguen componiendo el paisaje de nuestras ciudades, contando una versión específica de la historia, ya caducada. No nos referimos, por lo tanto, a una narrativa neutra, y sí a una historia construida a partir de un posicionamiento específico, que sigue rigiendo en los iconos del espacio público. Kimmi Durham nos ayuda a entender ese fenómeno, cuando dice que en las Américas, el genocidio es motivo de celebración, aunque no parezca. “Claro, es negado, justificado, explicado. Pero es al mismo tiempo celebrado. Se celebran a los bravos matadores que inauguraran la salvajería”.

Dentro de los criticas más incomodadas con la profanación de estas imágenes “celebrativas”, se dice que las intervenciones pecan por el anacronismo, pues no toman en cuenta el contexto en que fueron construidas, como se no hubiese contaminación entre los tiempos históricos. Parece un argumento frágil, una vez que la longevidad y durabilidad impresas en una estatua de bronce reflejan justamente el deseo de que ella perdure en el futuro. Y dialogar con un tiempo histórico es estar vulnerable a él inevitablemente.

Si hoy en 2020, nos enfrentamos con estas imágenes al atravesar la plaza, es porque ellas no solo son testigos del pasado, mas que también reflejan algo que perdura en el presente: son testigos de legados coloniales que persisten en el cotidiano de la ciudad.


"Devolta", Diambe da Silva, 2020

Otro caso emblemático reciente fue la estatua del Padre Antonio Vieira rodeado de tres niños indígenas, en Lisboa. También vandalizada por unos y defendida por otros -- que alegraban la bondad del misionero y catequizador -- lo que impresionó en este ejemplo es que aunque ella parezca haber sido producida en el siglo XIX, se trata de una encomienda de 2017, evocando arcaísmos desconfiables. ¿Qué sería reafirmar este ícono en el siglo XXI y, además de eso, utilizar soluciones estéticas ya anticuadas, simulando el pasado? Un ensayo de Inês Beleza Barreiros, Patrícia Martins Marcos, Pedro Schacht Pereira y Rui Gomes Coelho, publicado en febrero de este año en el Publico, definió bien el papel de este monumento facsímil:

Ella es la prueba de que el tiempo histórico no es algo linear, y sí en proceso y saturado de temporalidades — y que simultáneamente, la construcción de las imágenes en el tiempo se inscribe en modos de hacer organizados por discursos de poder que construyen la visualidad, a su reproducción en la larga duración y sus modos de aprehensión.

En paralelo, hay aún quien diga que destruir o manchar estatuas no resuelve, pues es necesario discutir la memoria. Suena extraño que no crean que la memoria se construye de muchas maneras, inclusive a través de gestos iconoclastas, y que se trata de un proceso de revisión amplio, con muchas frentes. Pero además de eso, ¿no podríamos considerar el propio monumento un testigo de violencia, aniquilamiento histórico de experiencias anteriores? La historia de la Plaza Tiradentes dice que sí. Al inicio del siglo XIX, el local era llamado de Campo do Polé, pues funcionaba como pelourinho, lugar donde los dichos “criminales” eran expuestos y castigados, sobre todo negros esclavizados que lucharon por libertad.

Fue solo en 1890 que el lugar adquirió el nombre actual, en conmemoración al centenario de la muerte de Tiradentes*, que fue ejecutado cerca de la plaza, en la esquina de la calle Senhor dos Passos con la Avenida Passos. Por lo tanto, la instauración del monumento público representa la disputa simbólica y narrativa de este territorio, ocultando sus usos anteriores, lo que deja claro que la destrucción de imágenes también es estrategia de los que están en el poder. Recordemos de la tentativa de la Fundação Palmares en homenagear, el dia 13 de mayo de este año a la princesa Isabel en detrimento de Zumbí dos Palmares* -- la historia está siendo disputada por muchos lados, aún por las instancias oficiales.


Mientras transportaba los barriles de gasolina desde el barrio Grajaú para el centro de la ciudad, Diambe da Silva vestía una camisa con la frase “No seré una maricona presa por causa de arte” Él sabía que su gesto podría implicar en consecuencias legales, lo que para un cuerpo disidente en Río de Janeiro ya es una inminencia diaria. Profanar los regímenes hegemónicos de visibilidad requiere estrategia, y la acción de Diambe nos hace creer que ninguna imagen está inmune, incluso (o sobretodo) las más vigiladas. Secuestremos al emperador.



Intervenção de Diambe da Silva sobre a foto de Manoel Banchieri: Estátua equestre de Pedro I, 1862. Rio de Janeiro, RJ. Acervo Fundação Biblioteca Nacional.

* Los participantes de la acción fueron Agrade Camíz, Agripina Manhattan, Ana Almeida, Carla Villa Lobos, Clara Tito, Camilla Braga, Daniel Sepulveda, Derrete, Gilson Plano, Julia Quimera, Laís Amaral, Lorena Pini, Mayara Velozo, Nel da Silva, Pamella Magno, Raphael Cruz, Rodrigo Rosm, Sophia Pinheiro, Walla Capelobo. El grupo también fue acompañado por los abogados Lucas van Hombeeck y Marianna Borges Soares.


* Dom Pedro I fue el primer Emperador de Brasil de 1822 hasta su abdicación en 1831, y también Rei de Portugal y Algarvescomo Pedro IV entre marzo y mayo de 1826.


* Dona Leopoldina fue archiduquesa de Austria, la primera esposa del emperador D. Pedro I e Imperatriz Consorte del Imperio de Brasil de 1822 hasta su muerte, también brevemente siendo Reina Consorte del Reino de Portugal y Algarves entre marzo y mayo de 1826. También fue cuñada del emperador Napoleón Bonaparte, casado con su hermana mayor, Maria Luisa. Su casamiento con Pedro I y la independencia de Brasil hicieron con que se convirtiera en la primera emperatriz del país y la primera emperatriz del llamado "Nuevo Mundo”.


* Dia do Fico se refiere en la historia de Brasil al dia 9 de enero de 1822. En este dia, el entonces príncipe regente D. Pedro I declaró que no cumpliría las ordenes de las Cortes portuguesas, que exigían su regreso a Lisboa, quedándose en Brasil.


* Joaquim José da Silva Xavier, o Tiradentess, fue un dentista, militar y activista político que actuó en Brasil, más específicamente en las capitanías de Minas Gerais y Río de Janeiro. Personaje símbolo de la conspiración denominada Inconfidencia Minera, es patrono cívico de Brasil.


* La Fundación Cultural Palmares es la entidad publica dedicada a promover los valores culturales provenientes de la influencia negra en la formación de la sociedad brasileña. La gestión actual, alineada a los preceptos del Gobierno neo-facista de Bolsonaro, está más empeñada en desmerecer las luchas negras, como en el caso de la conmemoración del último dia 13 de mayo, fecha en que en Brasil es considerado el marco oficial de la abolición de la esclavitud, con la Ley Aurea firmada por la Princesa Isabel en 1988. Este año, la Fundación decidió homenagear a la Princesa Isabel, e no a Zumbí, reconocido como uno de los líderes del Quilombo de Palmares, el principal núcleo de resistencia negra a la esclavitud en en el país.


**KNAUSS, Paulo. A festa da imagem: a afirmação da escultura pública no Brasil do século XIX. 19&20, Rio de Janeiro, v.V, n.4, out/dez. 2010.






Nota de edição: O texto "Dom Pedro I sitiado: contrausos para a primeira escultura pública do Brasil" foi publicado originalmente na quarta edição desta revista, sendo traduzida pelo artista visual de El Salvador e residente no Rio, Herbert de Paz, a quem temos imenso carinho e gratidão por soltar ainda mais essa revista por aí.

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